martes, 17 de agosto de 2010

PEDAGOGÍA DE LOS PATRIOTAS LATINOAMERICANOS

Por Carla Wainsztok



Estos son tiempos inquietantes. Es decir tiempo para no quedarse quieto/a. Como diría el viejo Hegel, no se puede asociar al conocimiento con la duda, con la duda metódica, el saber es vital, debe conmover. Nada más conmovedor en estos días que los festejos del Bicentenario.


El festejo popular como una nueva descolonización pedagógica y parafraseando a Don Arturo ya no son tiempos de balbuceos o ensayos. Jauretche quien fuera homenajeado durante las festividades del Bicentenario había fallecido un 25 de mayo.


Tres ideas en torno a la presencia de Jauretche en los festejos.

1) La cita constante durante los recitales nada grande se puede hacer con la tristeza (…) los pueblos deprimidos no vencen

2) Las imágenes en el Cabildo. Jauretche está acompañado por Rodolfo Walsh y Carlos Múgica.

3) la presencia de una lectura revisionista en la galería de los patriotas.


Ya en su momento, Ricardo Rojas había propuesto una pedagogía de las estatuas, bajo esa idea se hacía referencia a los nombres de las calles, de los ferrocarriles, de los colegios, y por supuesto de los monumentos.


Estamos en presencia de un nuevo tiempo donde nos proponemos “desmonumentalizar” las ciudades, las regiones, las plazas, pero no se trata simplemente de cambiar de nombre, ni como diría Cooke de repetir nombres hasta el hartazgo, no se trata de cambiar figuritas, sino de recuperar nuestros relatos. Y en ese sentido creemos que la galería de los patriotas es un gesto fundante.


Allí se encuentran no las ilustraciones de manuales o revistas, allí se encuentran no los textos que leemos sino que allí están presentes nuestras querencias. Como diría uno de los patriotas, Martí, hay que leer las cartas de amor de un Bolívar jadeante. Es que no hay diferencia entre el amor a la Patria Grande y la pasión romántica.


Pero aún falta “desmonumentalizar” los programas de historia de las escuelas secundarias, las carreras universitarias que repiten como en una letanía los ecos europeos, los actos escolares de las escuelas primarias.


Son tiempos para animarse a derribar estatuas, para derribar mitos, y construir una pedagogía nacional y popular.


Hay uno en especial que se está tambaleando, un “niño bueno”, que alguna vez escribió un libro para candidatearse como presidente, ese niño bueno admiraba a Benjamín Franklin, y dividía a los otros niños entre educables y no educables. Los gauchitos, los niños que trabajaban en la calle, los caudillitos (Artigas, Facundo) pertenecían al mundo de la barbarie, el por supuesto al de los niñitos civilizados. Fue un acierto que aquél que luchaba con la pluma, la palabra y la espada no ingresara a la galería de los patriotas y si uno mira bien, en las imágenes del Cabildo tuvo que compartir espacio con Rosas y Facundo. Toda una enseñanza.

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